Cuando Alberto J. Armando asume en su segundo mandato en el club (luego de su paso en 1954/55, retornó a fines de 1959) tiene su proyecto institucional bien claro: realizar una Ciudad Deportiva al nivel de la grandeza de Boca, en la que además estaría incluído un estadio enorme. Los primeros intentos fueron destinados a conseguir los terrenos de la playa de maniobras del ferrocarril en Casa Amarilla.


Eso no prosperó. El Gobierno Nacional adujo que allí se realizaría un complejo de viviendas (que no se concretó...), por lo que hubo que buscar otro destino. Al ingeniero José Luis Delpini (el mismo que construyó La Bombonera) se le ocurrió que se podía emular lo que había hecho Holanda al rellenar el mar para tener más territorio. El lugar indicado sería en la Costanera Sur, una zona de la ciudad que había tenido su esplendor como balneario y estaba abandonada. Rellenar un espacio en el Río de La Plata no sería muy complejo y ya había antecedentes en la misma Buenos Aires (de Paseo Colón hacia el río, todo es relleno, al igual que en el Bajo Belgrano).


El proyecto se aprobó en el Congreso Nacional el 29 de octubre de 1964, sancionándose la Ley 16.575, que le permitía a Boca rellenar unas 40 hectáreas en el Río, con el compromiso de realizar un predio social-deportivo de determinadas características y en un plazo de 10 años, con la creación del gran estadio que iba a servir de sede para un posible Mundial (por entonces, se pensaba que se iría a organizar el de 1970. Finalmente fue el de 1978). La Bombonera se iba a vender para realizar un complejo de departamentos. Como curiosidad, algo similar aprobó el Congreso para San Lorenzo en las tierras del Bajo Flores, dejando su escenario en Av. La Plata (ninguno de los proyectos se concretó tal como estaban pensados y a ambos clubes le generaron problemas que duraron años en resolverse).

El 3 de septiembre de 1965 se dio el “mazazo” inicial a la obra y rápidamente iniciaron las tareas de relleno. Se fueron inaugurando distintas secciones del proyecto: los puentes, la confitería, las piletas, las canchas, hasta un Autocine y un parque de diversiones. Cada avance fue difundido al máximo por Armando (era “su” idea y la llevó a cabo sobreponiéndose a mucha incredulidad). También se hacían cenas anuales para recaudar fondos. Porque el financiamiento fue uno de los grandes motivos de duda: Boca no tenía ese dinero, no existía un “sponsor” que pudiera adelantar esos fondos y tampoco el Estado iba a aportar nada. A lo sumo, se logró que no se cobren determinados impuestos al entenderse como una obra de carácter social sin beneficio comercial. Pero los que iban a pagar la construcción serían quienes compraran rifas y títulos pro-patrimoniales. Armando pensó en un hacer sorteos a gran escala, abarcando a la mayor cantidad de gente posible, para que se pudiera hacer la Ciudad Deportiva



Los cálculos iniciales fueron ampliamente superados. Masivamente los ciudadanos compraron las rifas (no sólo socios o hinchas de Boca; de otros cuadros también participaban por los premios que había), se hacían sorteos periódicos con recompensas importantes (departamentos, autos) y al poco tiempo ya se pudieron realizar las obras pautadas. Para 1972 practicamente toda la parte social-deportiva ya estaba en uso, el predio era visitado por miles de personas


Concretada la Ciudad Deportiva, el objetivo siguiente era realizar el gran estadio. Y allí empezaron los problemas. La situación económica del país se complicó, la venta de abonos a platea para el futuro escenario se sumó a una nueva tanda de rifas dedicadas específicamente al nuevo ámbito. Pero la inflación y la devaluación del peso derivaron en que se estiraran los plazos para concretar la edificación. Alberto J. Armando se puso como meta inaugurar el estadio el 25 de mayo de 1975 “llueve o truene”, el tiempo fue pasando y se tornó una tarea imposible. Paralelamente tenía un frente abierto en la interna boquense (sus vicepresidentes Zappino y Mitjans le renunciaron, con denuncias de mal manejo de la economía), otro en la AFA, cuestionamientos sobre si era posible hacer un estadio de esa magnitud en terrenos ganados al río (la Central Térmica Costanera ubicada a pocos metros despeja dudas) y un no menos importante cambio en el escenario político en el país (Armando se la jugó por el General Lanusse, quien participó del acto de colocación de la piedra fundamental del nuevo estadio. El regreso de Perón -al país y luego al gobierno-, dejó desamparado a Alberto Armando e indudablemente perdió toda posibilidad de apoyo para concretar la construcción de la cancha).

La no creación del estadio fue un punto de inflexión en el porvenir de la Ciudad Deportiva, y puso al club en una situación endeble. La Municipalidad había cedido el terreno con un plazo para su concreción, de no estar terminado, quedaba en manos de la Capital sin costo alguno. Se logró una extensión del plazo para 1979 y luego para 1982 (ya sin importar si estaba el estadio), lo que evitó perder las tierras. Pero a Boca se le hizo muy difícil el mantenimiento, por lo que logró que el Congreso le permita vender el terreno tras la resolución de 1989 (ya con Antonio Alegre como presidente, y con Armando fallecido). Tres años más tarde, se vendió la Ciudad Deportiva en 23 millones de dólares (la Municipalidad le cedió 4 hectáreas en Casa Amarilla, además de que el club se encargó de urbanizar toda la zona). En 1997, el grupo económico que actualmente es dueño del predio lo compró por 50 millones y viene desde entonces intentando realizar un barrio cerrado que no logra aprobación en la Legislatura porteña.


Más allá de los costos de mantenimiento, hubo que hacerse cargo de los juicios por falta de pago a proveedores, por falta de cumplimiento por no continuar existiendo la Ciudad Deportiva (que los títulos fueran “pro-patrimoniales” eximió al club de problemas mayores: daban derecho a uso, no a propiedad) o por no realizar el nuevo estadio (se acordó dar plateas en La Bombonera en ese caso). Sumado a las deudas con los planteles y empleados administrativos, la economía de Boca estaba en el peor momento. Había cambiado el país: se empezó a dejar de ir a los predios deportivos, surgieron los gimnasios y la crisis económica había perjudicado gravemente a la clase media y a los sectores populares.

Mucho tiempo después, Boca consiguió otras 4 hectáreas en Casa Amarilla y si bien el espacio disponible es menor al que se pensó en 1960, ahora tiene un terreno muy amplio para realizar muchas actividades sociales, culturales y deportivas. Y logró quedarse en La Bombonera. Indudablemente, el tiempo y dinero invertidos en la Costanera Sur no fueron provechosos, pero la grandeza de Boca ha permitido sobreponerse a las complicaciones que se presentaron y ha logrado concretar, de otro modo, quedarse en La Boca y desarrollarse en las tierras adyacentes a La Bombonera.